En nuestro anterior artículo de este blog hablábamos de los aspectos a tener en cuenta cuando se está planificando un trabajo de impresión. En esta ocasión, vamos a centrar nuestra mirada en las imágenes y en los aspectos que, sobre ellas, hay que tener en cuenta antes de iniciar un trabajo de impresión.
Al preparar las imágenes para un trabajo de impresión hay que tener en cuenta, primeramente, si poseen o no una resolución suficiente y si dichas imágenes se han guardado en el formato adecuado. Determinar si se guardan en formato CMYK o en RGB dependerá del proceso final de impresión. La conversación con la empresa encargada de la impresión es, en este aspecto, fundamental. De dicha conversación deben surgir los preceptos que deben cumplirse para que la impresión de las imágenes se lleve a término con condiciones de calidad adecuada. En cualquier caso, hay que atenerse, si no se indica lo contrario, a unas pautas generales que hacen referencia a la resolución de las imágenes, al color de las mismas, a su rotación y escalado y, finalmente, al nombre de los archivos.
Pautas de resolución
Cuando se realiza la tarea de planificar la inclusión de imágenes en un trabajo de impresión hay que tener en cuenta que las imágenes de trama deben tener al menos 300 píxeles por pulgada en su tamaño final. Sin embargo, hay excepciones que hay que tener en cuenta. Por ejemplo: cuando se imprimen imágenes de gran formato (carteles publicitarios o letreros, por ejemplo), se puede recurrir a una resolución de 150 ppi. El hecho de que el lector observe dichas imágenes a varios metros de distancia hace que esa resolución sea suficiente para que, visualmente, el producto impreso pueda contemplarse adecuadamente.
Puede suceder también que la resolución necesaria sea superior a los 300 píxeles por pulgada. Esto será así siempre que se vaya a imprimir algún libro que contenga imágenes de obras artísticas. En cualquier caso, lo ideal, a la hora de enfrentarse al tema de la resolución final de la imagen cuando se está planificando la inclusión imágenes en un trabajo de impresión, es poseer un original escaneado o una fotografía digital original que tengan el tamaño y la resolución adecuados, ya que el escalado y la consiguiente interpolación nunca produce resultados equivalentes a las imágenes originales a la hora de imprimir.
El color
Por regla general, las imágenes que se van a destinar a un proyecto de impresión pueden ser de alguno de los cinco tipos siguientes: CMYK, RGB, escala de grises, blanco y negro (sin escala de grises) y dos colores. A menos que se esté trabajando en un entorno de gestión de color, lo normal es enviar las imágenes a color en formato CMYK. Si el proveedor de servicios de impresión utiliza gestión de color, hay que asegurarse de que las imágenes se han marcado con el perfil de color RGB.
Rotaciones y escalado
Como ya hemos indicado, a la hora de planificar la inclusión de imágenes en un trabajo de impresión siempre se conseguirán mejores resultados si las capturas o las fotografías digitales se crean en el tamaño adecuado. Pero hay que ser realistas. No siempre se puede prever cómo se va a utilizar una determinada imagen en un trabajo de impresión. Si solamente se voltea la imagen vertical u horizontalmente no hay de qué preocuparse. El giro de 90º y de sus múltiplos no acarrea efectos negativos debido al carácter cuadrangular de los píxeles. Sí lo acarrean, por el contrario, las rotaciones con otro tipo de ángulo. El reblandecimiento del detalle de las imágenes será, en ese caso, inevitable.
Nombres de los archivos
A la hora de nombrar los archivos diremos que hay que evitar los asteriscos (*), las comillas (“), las barras (/, \, |), el punto (.), los dos puntos (:) y los signos de mayor o menor que (>,<) incluso aunque el cliente y el proveedor de servicios de impresión utilicen el sistema operativo Macintosh. Siempre cabe la posibilidad de que los archivos se copien en un servidor que puede estar basado en otro sistema operativo como pueden ser Unix o Windows.