Es difícil entender el universo de la imprenta en la actualidad sin tener en cuenta la importancia capital que la imagen tiene en muchos proyectos. A la hora de trabajar con imágenes, todo diseñador gráfico debe tener claro el concepto de resolución de imagen y saber distinguir ese concepto de la idea de tamaño. De eso depende, en gran medida, la calidad final de un proyecto de impresión.
Tener claro cada uno de los dos conceptos, conocer sus diferencias, saber escoger la resolución ideal para los distintos tipos de proyectos y cómo ajustar resolución y tamaño de imagen antes de enviarla a imprenta es capital para obtener resultados óptimos.
De todo ello vamos a hablar en este artículo, en el que también señalaremos algunos de los errores más comunes que se suelen cometer en el mundo del diseño gráfico a la hora de trabajar con imágenes y tratarlas en el ordenador.
Pero para adentrarnos en ese apasionante mundo es necesario, en primer lugar, tener claro el concepto de píxel. De ello vamos a hablar en el primer apartado de este post.
¿Qué son los píxeles y qué relación guardan con la resolución de imagen?
Llamamos píxeles a la unidad básica de información visual en el universo digital. Si somos diseñadores y queremos crear imágenes de alta calidad que resulten efectivas debemos tener claro qué son los píxeles.
El píxel es el componente más pequeño de una imagen digital y puede ser manipulado y controlado. De la agrupación de millones de píxeles surge una imagen compleja.
Todas las imágenes están formadas por una cuadrícula y cada píxel ocupa una posición específica en ellas.
Los píxeles tienen un color y ese color se puede representar por dos tipos de códigos:
- RGB. Este código se fundamenta en tres colores: rojo, verde y azul.
- CMYK. Propio de la impresión, se basa en los colores cian, magenta, amarillo y negro.
La gestión adecuada de los píxeles resulta vital para optener un resultado óptimo. Para ello es vital tener en cuenta las diferencias de color que se producen entre lo que se ve en la pantalla del ordenador y lo que, finalmente, aparecerá impreso.
Todo diseñador gráfico debe tener presente que las pantallas emplean, por defecto, el modelo de color RGB, mientras las impresiones suelen utilizar CMYK. Adaptarse a este modelo es de vital importancia para garantizar que, llegado el momento de la impresión, los colores se representen de la forma más fiel posible.
¿Qué es la resolución de imagen?
Cuando hablamos de la resolución de una imagen estamos hablando de la cantidad de píxeles por pulgada que puede mostrar. La expresión píxeles por pulgada se expresa con las siglas DPI o ppp. Cuanto mayor es la cifra ppp, más son los detalles que una imagen puede mostrar.
La calidad visual de una imagen viene determinada de forma directa por su resolución. Una imagen de baja resolución corre el riesgo de aparecer borrosa o pixelada si se amplía o imprime.
Una buena resolución favorece una respuesta positiva por parte del espectador. Por el contrario, una imagen que muestre demasiados píxeles o en la que estos sean muy evidentes puede provocar confusión y desinterés en quien la mira. Gestionar bien el color garantiza una buena calidad de los píxeles, lo que permite imágenes en las que las transciones de color son suaves (sin brusquedades) y agradables a la vista.
¿Qué es el tamaño de imagen y en qué se diferencia de la resolución
Como hemos indicado al inicio del artículo, resolución y tamaño son conceptos distintos. Cuando hablamos de tamaño estamos hablando de las dimensiones de la imagen en píxeles. O sea: del ancho y la altura de la misma. Por ejemplo: 1200×800 píxeles.
El tamaño de una imagen afecta a la cantidad de información que hay en ella y, por tanto, a su calidad. También afecta al espacio de almacenamiento que ocupa.
Que una imagen sea grande no quiere decir obligatoriamente que tenga calidad. Si la resolución es baja, la calidad será deficiente aunque el tamaño sea grande. Una imagen con un gran tamaño pero una baja resolución será una imagen con menos calidad que aquélla que, siendo más pequeña, tenga, sin embargo, una resolución mayor.
A la hora de realizar un proyecto gráfico es esencial encontrar un equilibrio entre tamaño y resolución. Para encontrar ese equilibrio hay que pensar en cuál es el destino final del proyecto. Si es para ser visto en pantallas bastará una resolución de 72 DPI. Este baremo de DPI servirá, además, para optimizar la carga. Por el contrario, para impresión habrá que buscar resoluciones de, como poco, 300 DPI.
Guía práctica para ajustar resolución y tamaño de imagen
Si preparamos imágenes destinadas a un proyecto de imprenta debemos optimizarlas para obtener los mejores resultados. Para optimizar una imagen de forma correcta debemos prestar atención a cuatro factores:
- Resolución.
- Tamaño.
- Formato de archivo.
- Configuración de color.
Si deseamos ajustar la resolución de imagen debemos primero verificar su DPI. Para ello utilizaremos un programa de edición de imágenes. Con una resolución inferior a 300 ppp debemos plantearnos redimensionarla o escalarla teniendo en cuenta que no es buena idea aumentar la resolución de una imagen de baja claridad, pues perdería claridad.
A la hora de realizar cambios de este tipo, al igual que al cambiar el tamaño, debemos asegurarnos de que mantenemos las proporciones. En caso de no hacerlo, pueden provocarse distorsiones.
Algo que debemos evitar también es el escalado hacia arriba. No debemos aumentar el tamaño de las imágenes pues esto también implicva, normalmente, una pérdida de calidad. Cada tipo de proyecto (carteles, libros, folletos…) requiere tamaños específicos.
La calidad de las imágenes también viene determinada, en cierta medida, por los formatos de archivo de imagen utilizados.
Uno de los formatos más recomendados para impresión es el formato TIFF, puesto que ofrece una alta calidad sin pérdida de datos. El formato JPEG, utilizado de forma muy habitual, comprime la imagen. Esto supone un riesgo, pues la calidad siempre puede verse afectada. Si se trabaja con este formato de imagen hay que asegurarnos de que guardamos el archivo con la mayor calidad posible.
Para trabajar con documentos que contienen texto e imágenes se recomienda el formato PDF. En estos casos hay que asegurarse de que las imágenes dentro del PDF estén en alta resolución.
Finalmente, al guardar las imágenes debemos equilibrar el tamaño y la calidad del archivo. Si vamos a comprimirlas debemos hacerlo utilizando técnicas de compresión sin pérdida. Al exportarla, además, debemos eliminar aquellos metadatos que, siendo innecesarios, pueden aumentar de forma inconveniente el tamaño del archivo.
Una práctica muy común y extendida actualmente dentro del proceso de edición en artes gráficas es la de la utilización del sistema OPI (Open Pre-press Interface). Destinado a aumentar la velocidad en los procesos en el flujo de impresión y filmación, este proceso consta de los siguientes pasos:
- Las imágenes en alta resolución se almacenan en un servidor OPI, que, automáticamente, genera imágenes en baja resolución.
- El dispositivo guarda las imágenes en baja resolución en una carpeta del mismo servidor. Estas imágenes de baja resolución serán las que se usen durante el proceso de montaje en los documentos y con las que trabaja el diseñador/maquetista del documento.
- Cuando el documento se envía a imprimir, filmar o fijar en plancha las imágenes de baja resolución son sustituidas directamente por las de alta resolución y enviadas a la impresora, filmadora o CTP.
